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Expertos, sabios, alienígenas

Expertos, sabios, alienígenas La fauna anda desmadrada, y no es para menos con la que sigue cayendo a escala local e internacional, tanto que las alucinaciones comienzan a cobrar forma, materia e identidad como si de una epidemia esquizoide se tratase. En Chile, por ejemplo, creen ver extraterrestres paseando por los jardines. Y no se trata de Pinochet, sino de una borrosa figura captada por un fotógrafo que tampoco se sabe a ciencia cierta qué quería fotografiar. El borrón puede ser eso, una mancha, un montaje, un niño con ictericia, un caniche sobre dos patas, el espectro errante de Neruda, una nueva escaramuza ubicua de Pepe Macías o hasta el bebé dance de Ally McBeal, pero todos coinciden en apuntar a un extraterrestre, un diminuto ET medio ebrio a la espera del OVNI de las cuatro y veinte en el verde inmenso del Parque Forestal. Delirante.

En Canarias, sin ir más lejos, recurrimos a la figura bananera, por primitiva y descafeinada, de los comités de sabios y expertos para dirimir los asuntos peliagudos de la política regional. Partiendo de la base de que el buen sabio es aquel que no sabe nada, o del que cuanto menos así lo reconoce, uno no se explica qué sentido pueden tener tales comisiones iluminadas. Si de lo que se trata es de escurrir el bulto y buscar en las resoluciones de terceros una coartada, el Ejecutivo canario se equivoca de cabo a rabo, primero porque es una jugadita que se ve de lejos, y segundo porque supone renunciar a una de las máximas responsabilidades que conlleva el ejercicio de gobierno y para lo que ha sido votado: es decir, la toma de decisiones con todas sus consecuencias. Ahora, si de lo que se trata es de ampliar el juego democrático a la ciudadanía, déjese usted de sabios y expertos y abra la puerta a las asociaciones, colectivos, empresas e individuos que quieran o tengan algo que decir al respecto. No voy a entrar siquiera en la polémica en torno a las presencias familiares, ni las de los Mauricios ni las de los Díaz de Aguilares, pues entiendo que más allá del apellido están la capacidad, el trabajo y la subsiguiente rendición de cuentas al electorado. Sea con o sin pedigrí, con sospechas más o menos infundadas de nepotismo ilustrado, los comités de sabios me retrotraen a Platón y su sofocracia, es decir a ideales filosóficos y políticos igual de elementales, antiguos y alucinantes que el mars attack ése difuminado que ronda por los parques de Santiago de Chile.

Y_qué decir de El Confital. Im-presionante. Pepa Luzardo ha logrado en pocos meses lo que parecía un imposible, que ese espacio emblemático de la capital grancanaria pase a manos del Ayuntamiento para –dice, queremos, esperamos y permaneceremos expectantes– disfrute de los ciudadanos. Es otro aspecto de lo sobrenatural, el triunfo del tesón sobre las dificultades. Ya hemos advertido en alguna ocasión que en Pepa lo Fresita no quita lo gestora. Pues ahí tienen un botón de muestra más. Pero para que llegue a convertirse en nuestra alcaldesa supernena preferida le faltaría aún un poco más de sensibilidad social y un cierto distanciamiento de ese culto al dios del urbanismo. PPero sabemos que eso sería PPedirle demasiado. Como a un sabio que reconozca que no sabe nada, o a un ET despistado que saliera nítido en las fotos.

Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
sábado 5 de junio de 2004

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