Un club para el siglo XXI
La Unión Deportiva Las Palmas atesora el impagable mérito de haber logrado transmitir a los aficionados la firme convicción de que, por muy mal que parezcan ir las cosas, siempre podrán ir a peor. Con el descenso aún calentito en las mentes, las lenguas, las miradas y los gestos, la comidilla general en las tertulias oficiales e improvisadas no es la de ver cuál será el camino para recuperar la categoría, sino la de si el equipo será capaz de mantenerse en Segunda B o de si podrá eludir la desaparición. Finalmente el milagro, como el noventa coma noventa y nueve por ciento de ellos, no se ha producido y la realidad, terca y esclava del quehacer humano, ha impuesto su ley.
Siguiendo con la lógica del despropósito, ahora toca el turno de las responsabilidades, el tic de las culpas que ya hemos analizado en alguna ocasión. Como si el pronóstico no estuviese claro desde hacia varias temporadas o como si la señalización del culpable, sin más, pudiera cambiar el presente o reconducir el destino. Así, unos cargan sus tintas contra el Cabildo por haber cedido un club saneado a un grupo empresarial; otros dibujan la diana en las frentes que conforman Gerencia Deportiva (el susodicho grupo empresarial); muchos prefieren personalizar los errores en la gestión de este o aquel presidente; bastantes (casi todos, la verdad) coinciden en señalar a Sabino López como principal dinamitador del proyecto; otros tantos encuentran en la labor de los distintos técnicos y responsables deportivos la raíz de todos los males; y algunos incluso culpan de todo lo ocurrido a la plantilla profesional. Luego, en menor medida, están quienes censuran que las instituciones hayan dejado sola a la UD y no se hayan hecho cargo del lastre económico que arrastra.
Como vemos, hay culpas para todos los gustos y todos los colores, siempre en torno al amarillo, claro está. Como también hay reposiciones despechadas: ya lo dije yo, si hubiera seguido fulanito, esto pasa por haber prescindido de menganito, si es que no dejaron trabajar a zutanito... En fin, que una vez más se impone el corazón (más bien partío en este caso), el capricho, el interés personal o de grupos determinados, las conveniencias políticas, la irreflexión y el comadreo de patio para intentar, desde luego sin éxito, analizar las razones que han llevado a la entidad a la penosa situación en la que se encuentra y trazar las líneas estratégicas que conduzcan a su recuperación.
El problema de la Unión Deportiva Las Palmas, independientemente de los problemas coyunturales por los que pueda atravesar, es el club en sí mismo. En el modelo de club, para ser más exactos. Anclado aún en la idea romántica de asociación deportiva que rigió buena parte de los destinos del balompié español en el pasado siglo, sus responsables públicos y privados han sido incapaces de renovar, reestructurar y modernizar una institución que hoy día continúa rigiéndose por los mismos esquemas y con los mismos modos de aquel histórico, pero ya caduco, sistema que lideró García Panasco. Las instituciones, por liberarse de una papa caliente políticamente incorrecta, y los empresarios, anclados en la cultura de la especulación y el pelotazo, han secuestrado la evolución de un club que se enfrenta a los extraordinarios avances, en lo deportivo y en lo económico, que experimenta el fútbol a escala internacional en este despertar del siglo XXI. Las diatribas sobre si Torres era mejor que De la Rosa, García Navarro peor que Tadeo, Uribe más guapo que Rodríguez o Reggi más feo que Rubén no constituyen más que escaramuzas sesgadas que distraen de la batalla principal. La batalla por la superación de esquemas y comportamientos decimonónicos, y por hacer de la UD ese gran club-empresa moderno, eficaz y laureado que todos los canarios nos merecemos. Si es que logra permanecer.
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
miércoles 9 de junio de 2004/strong>
Siguiendo con la lógica del despropósito, ahora toca el turno de las responsabilidades, el tic de las culpas que ya hemos analizado en alguna ocasión. Como si el pronóstico no estuviese claro desde hacia varias temporadas o como si la señalización del culpable, sin más, pudiera cambiar el presente o reconducir el destino. Así, unos cargan sus tintas contra el Cabildo por haber cedido un club saneado a un grupo empresarial; otros dibujan la diana en las frentes que conforman Gerencia Deportiva (el susodicho grupo empresarial); muchos prefieren personalizar los errores en la gestión de este o aquel presidente; bastantes (casi todos, la verdad) coinciden en señalar a Sabino López como principal dinamitador del proyecto; otros tantos encuentran en la labor de los distintos técnicos y responsables deportivos la raíz de todos los males; y algunos incluso culpan de todo lo ocurrido a la plantilla profesional. Luego, en menor medida, están quienes censuran que las instituciones hayan dejado sola a la UD y no se hayan hecho cargo del lastre económico que arrastra.
Como vemos, hay culpas para todos los gustos y todos los colores, siempre en torno al amarillo, claro está. Como también hay reposiciones despechadas: ya lo dije yo, si hubiera seguido fulanito, esto pasa por haber prescindido de menganito, si es que no dejaron trabajar a zutanito... En fin, que una vez más se impone el corazón (más bien partío en este caso), el capricho, el interés personal o de grupos determinados, las conveniencias políticas, la irreflexión y el comadreo de patio para intentar, desde luego sin éxito, analizar las razones que han llevado a la entidad a la penosa situación en la que se encuentra y trazar las líneas estratégicas que conduzcan a su recuperación.
El problema de la Unión Deportiva Las Palmas, independientemente de los problemas coyunturales por los que pueda atravesar, es el club en sí mismo. En el modelo de club, para ser más exactos. Anclado aún en la idea romántica de asociación deportiva que rigió buena parte de los destinos del balompié español en el pasado siglo, sus responsables públicos y privados han sido incapaces de renovar, reestructurar y modernizar una institución que hoy día continúa rigiéndose por los mismos esquemas y con los mismos modos de aquel histórico, pero ya caduco, sistema que lideró García Panasco. Las instituciones, por liberarse de una papa caliente políticamente incorrecta, y los empresarios, anclados en la cultura de la especulación y el pelotazo, han secuestrado la evolución de un club que se enfrenta a los extraordinarios avances, en lo deportivo y en lo económico, que experimenta el fútbol a escala internacional en este despertar del siglo XXI. Las diatribas sobre si Torres era mejor que De la Rosa, García Navarro peor que Tadeo, Uribe más guapo que Rodríguez o Reggi más feo que Rubén no constituyen más que escaramuzas sesgadas que distraen de la batalla principal. La batalla por la superación de esquemas y comportamientos decimonónicos, y por hacer de la UD ese gran club-empresa moderno, eficaz y laureado que todos los canarios nos merecemos. Si es que logra permanecer.
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
miércoles 9 de junio de 2004/strong>
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