Como la noche al día

En estos trescientos sesenta y cinco días, jornada lectiva más jornada lectiva menos, ha habido de todo. Bueno y malo, acertado y erróneo, brillante y sórdido, impuesto y consensuado... Pero esa terrible catarata militante que nubla el horizonte de nuestros representantes públicos ha vuelto a cegar su campo de visión, dividiendo a su antojo los polos de una realidad que, como todas, no es nunca blanca o negra, sino blanca y negra a la vez, y gris, roja , verde, azul. Esta riqueza cromática que mueve al mundo, y sin duda a la política también por mucho parche de corsario con que algunos se manejan en sus análisis, queda estos días reducida a lemas tan grandilocuentes como esperpénticos y vacíos de contenido. De entre todos ellos, permítanme que destaque los siguientes:
José Manuel Soria (PP), presidente del Cabildo de Gran Canaria: El Cabildo ha comenzado a ser el motor de la isla.
Josefa Luzardo (PP), alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria y Fallera Mayor de El Confital: No exagero si digo que nuestra gestión ha sido modélica para todo el Estado.
Carmelo Ramírez (CC), portavoz nacionalista en la oposición en el Cabildo de Gran Canaria: Soria ha logrado que el reloj del Cabildo camine, pero para atrás.
No se les puede negar a nuestros gobernantes y opositores un alto grado de coña, imaginación y mala milk, según convenga, a la hora de ovacionarse en público o descuartizar a su rival. Es algo que forma parte, al igual que los dichosos debates TV, de esa cuota de circo que poco a poco va ganando terreno al de la política con mayúsculas. Desde luego que cada uno de ellos aporta a su estribillo insustancial algunas estrofas cargadas de datos, argumentos y planes de futuro. Estrofas en las que, por arte de birlibirloque, las pifias se transforman en éxitos sin precedentes y los auténticos logros se sobredimensionan y se asumen como si de una obra personal, y no colectiva, de toda una comunidad, se tratase. En el otro extremo, exactamente lo contrario.
Echa uno en falta cierta capacidad para el análisis serio, profundo y equilibrado que precisa la ciudadanía. No una exposición de hitos y fracasos, sino la rendición de cuentas que el cargo, aunque a alguno se le olvide, conlleva. Servidores que son del pueblo al que se deben, harían bien en evitar espectáculos tan fatuos como bochornosos. Especialmente porque, como bien se ha visto en esta breve historia democrática, el ciudadano sabe llevar perfectamente su particular cuenta del debe y el haber de sus gobernantes. Es decir, que se los engaña poco o casi nada. Por tanto, si lo más que pueden ofrecer en estos balances periódicos es lo que está a la vista, mejor se ahorran y nos ahorran tanto ajetreo. Y a esperar el informe popular que se macera y que en tres años rubricarán, indefectiblemente, las urnas.
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
jueves 24 de junio de 2004
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