Misión en Canarias
Y si somos los mejores, bueno y qué (estribillo). Canarias fue protagonista de la primera sesión de control al Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero y lo fue a lo grande, hala, sin cortarnos un pelo, a lo Starsky y Hutch, Corrupción en Miami. Digamos que Paulino Rivero fue Starsky y que Juan Fernando López Aguilar hizo de Hutch. Digamos que el guión estuvo a la altura de los actores, un desastre. Y digamos también que la fotografía fue de ésas de serie C, cuasi pornográfica, y, claro, así no hay forma de que el cine canario trascienda más allá de nuestra fronteras. (Estribillo)
Por partes. La cinta comienza con un Starsky (permítanme que utilice la nomenclatura de ficción) exigiéndole a Hutch que retire o demuestre sus afirmaciones sobre el estado de corrupción que impera en la política archipelágica. La frase que no pasará a la historia del séptimo arte es digna del mismísimo Bogart: En las Islas se cuecen negocios millonarios con la complicidad de los poderes públicos. Tócamela otra vez, Sam, la canción. Hutch no sólo no retira ni demuestra, sino que devuelve la pelota en formato de dossier de prensa con manifestaciones de José Carlos Mauricio (en este caso un extra) y del propio Starsky en referencia a Dimas Martín, a quien Hutch considera poco menos que la encarnación del Joe Dalton de Lucky Luke. (Estribillo).
El argumento deriva en acusaciones mutuas, en lecciones sobre el Código Penal y en un mal rollito que no veas. Tal que La Pasión de Cristo de Mel Gibson, pero con menos sangre y más violencia (verbal, se entiende). Total, que termina la entrega sin que el espectador se entere absolutamente de nada más que de que en Canarias corrupción la puede haber, aunque su existencia no esté en absoluto demostrada. Toma, y en Algeciras, Groenlandia, El Bajo Volta, Miami y Armenia. Es tan amplio el abanico de la posibilidad. Debe de ser que la cosa Continuará, como en esos malos telefilmes de televisión, aunque al montador se le olvidó colocar el rótulo. Si es que es de pena. (Estribillo).
Dados los afiches y los tráilers, la sesión se presentaba un poco más entretenida o brillante. Pero ni ésas. Se me atragantaron las palomitas al primer cuarto y la señora de al lado comenzó a roncar pasadas dos o tres escenas. Un muermo. Ciertamente, uno esperaba una joya de la cinematografía mundial, una confesión de ésas que hacen estremecer a la audiencia, en plan Sherlock Holmes: El asesino es el mayordomo o a lo Scarlett OHara: Pongo a Dios (ponga cada uno la deidad o la realidad que le parezca) por testigo de que jamás volveré a acusar sin pruebas. Y no este remedo de Mortadelo y Filemón, muy disparatado, esperpéntico y tal, pero sin ninguna consistencia. (Estribillo).
¿Pero qué hacen un ministro y un portavoz de CC enredados en tan protocutre comedia, dejando el nombre de Canarias a la altura del Chicago de la Ley Seca? Dejemos el asunto en manos del mejor, del más eficiente detective con que cuenta la investigación nacional. ¡Que se venga Torrente un par de días, chavales!, a investigar a las Canarias y sus delincuencias. Misión en Canarias, no te digo. El pelotazo comercial del verano. ¡Torrente y El Fary, qué lujazo! Apatrullando la comunidad. (Estribillo y dos piedras).
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
viernes 14 de mayo de 2004
Por partes. La cinta comienza con un Starsky (permítanme que utilice la nomenclatura de ficción) exigiéndole a Hutch que retire o demuestre sus afirmaciones sobre el estado de corrupción que impera en la política archipelágica. La frase que no pasará a la historia del séptimo arte es digna del mismísimo Bogart: En las Islas se cuecen negocios millonarios con la complicidad de los poderes públicos. Tócamela otra vez, Sam, la canción. Hutch no sólo no retira ni demuestra, sino que devuelve la pelota en formato de dossier de prensa con manifestaciones de José Carlos Mauricio (en este caso un extra) y del propio Starsky en referencia a Dimas Martín, a quien Hutch considera poco menos que la encarnación del Joe Dalton de Lucky Luke. (Estribillo).
El argumento deriva en acusaciones mutuas, en lecciones sobre el Código Penal y en un mal rollito que no veas. Tal que La Pasión de Cristo de Mel Gibson, pero con menos sangre y más violencia (verbal, se entiende). Total, que termina la entrega sin que el espectador se entere absolutamente de nada más que de que en Canarias corrupción la puede haber, aunque su existencia no esté en absoluto demostrada. Toma, y en Algeciras, Groenlandia, El Bajo Volta, Miami y Armenia. Es tan amplio el abanico de la posibilidad. Debe de ser que la cosa Continuará, como en esos malos telefilmes de televisión, aunque al montador se le olvidó colocar el rótulo. Si es que es de pena. (Estribillo).
Dados los afiches y los tráilers, la sesión se presentaba un poco más entretenida o brillante. Pero ni ésas. Se me atragantaron las palomitas al primer cuarto y la señora de al lado comenzó a roncar pasadas dos o tres escenas. Un muermo. Ciertamente, uno esperaba una joya de la cinematografía mundial, una confesión de ésas que hacen estremecer a la audiencia, en plan Sherlock Holmes: El asesino es el mayordomo o a lo Scarlett OHara: Pongo a Dios (ponga cada uno la deidad o la realidad que le parezca) por testigo de que jamás volveré a acusar sin pruebas. Y no este remedo de Mortadelo y Filemón, muy disparatado, esperpéntico y tal, pero sin ninguna consistencia. (Estribillo).
¿Pero qué hacen un ministro y un portavoz de CC enredados en tan protocutre comedia, dejando el nombre de Canarias a la altura del Chicago de la Ley Seca? Dejemos el asunto en manos del mejor, del más eficiente detective con que cuenta la investigación nacional. ¡Que se venga Torrente un par de días, chavales!, a investigar a las Canarias y sus delincuencias. Misión en Canarias, no te digo. El pelotazo comercial del verano. ¡Torrente y El Fary, qué lujazo! Apatrullando la comunidad. (Estribillo y dos piedras).
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
viernes 14 de mayo de 2004
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Mario Vega Calderín -