Blogia

Mangas Verdes

Es un consuelo

“El secreto de mi felicidad está en no esforzarse por el placer, sino en encontrar el placer en el esfuerzo”
(André Gide)

Levántante, anda

Levántante, anda

Anda Gran Canaria en peso, menos los que, como yo, desbordados por las circunstancias, hemos decidido hace tiempo entregarnos a una especie de ateísmo futbolístico, pendientes del milagro de la salvación de la Unión Deportiva Las Palmas. En esta ocasión, claro está, se habla de milagro no como la intervención de la entidad divina, sino como la confirmación de las posibilidades que, calculadora en mano, aún ofrece eso que en el mundillo del deporte se conoce, a grosso modo, como las matemáticas. Da igual, pedirle a un equipo que sólo ha sido capaz de ganar un encuentro y de sumar cinco puntos en las últimas doce jornadas que reconduzca en tan solo cuatro partidos la situación es, en la práctica, exactamente lo mismo que postrarse ante Santa Rita para rogarle el favor para el remedio de lo imposible. En ambos casos, la razón arroja la toalla para ceder el protagonismo a lo sobrenatural, un mecanismo del subconsciente que se resiste a aceptar la cruda realidad y la tendencia, casi ineludible, hacia el desastre.

Estos milagros de andar por casa me recuerdan chistes de siempre, como aquel que relataba las peripecias de un sujeto que acudía diariamente a la iglesia a rogar por que le tocara en suerte un Gordo de la Lotería, hasta que alguna imagen del santoral, un tanto harta de las continuas peticiones del individuo, le espetó que, para empezar, lo menos que podía hacer era comprar un décimo; cosa que, al parecer, hasta entonces no había ocurrido. Es decir, que el verdadero milagro está en nuestro trabajo y en nuestra actitud ante la vida, en el esfuerzo y en la superación; aunque de cuando en cuando caiga la breva de un golpe de suerte fortuito. Es decir, que como bien expresó Lorca en lo que concernía a su inspiración particular, si las musas han de venir, que me cojan trabajando.

El Club Deportivo Tenerife llegó a esa conclusión muchas jornadas atrás, cuando precisamente compartía puesto de descenso con la Unión Deportiva Las Palmas. Antes que encomendarse a la Divina Providencia, decidió saltar a los terrenos de juego como si cada encuentro fuese el último, decisivo y determinante. El resultado es que hoy el famoso milagro (en este caso desgracia, la otra cara del espejo del prodigio) consistiría en que el cuadro que dirige Martín Marrero descendiese, en ningún caso su permanencia. La UD ha dado demasiada crédito a la fortuna y ésta se ha transmutado en fatalidad, lo que conduce inexorablemente a la desesperación y a la plegaria.
A la UD le tendría que salir todo bien y al resto todo mal para que se materializaran sus deseos. No es imposible, pero altamente improbable. En cualquier caso, para subvertir la inquietante proyección del destino que ahora mismo atenaza a los isleños los efluvios de ese milagro deben ser macerados sobre el césped y en el vestuario. No existe margen de error (no lo existió nunca, pero ahora menos), y aunque nos consta que la plantilla se esfuerza partido tras partido por el objetivo, el sacrificio debe ser elevado en esta tesitura a su grado sumo.

Milagro sí, pero en la portería contraria (la de la UD parece ya el altar mayor de Segunda). Es la diferencia entre el “levántate y anda”, que según cuenta la Biblia le bastó a Jesús para resucitar a Lázaro, y esa versión tampoco contrastada que apunta más bien a un “levántate, anda”, ante una supuesta actitud ociosa del de Betania. En ambos casos se trata de un milagro, el primero de carácter sobrenatural, y el segundo de extracción cotidiana. Ese es el único prodigio que hoy le vale a la UD, el del esfuerzo y el sudor, el del “levántate, anda”.

Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
martes 25 de mayo de 2004

Tahúres zurdos

“Es curioso este juego del matrimonio. La mujer tiene siempre las mejores cartas y siempre pierde la partida”
(Oscar Wilde)

Lady Leti

Lady Leti

Lo siento, pero toca. He estado eludiendo las referencias al enlace entre los príncipes de Asturias, don Felipe de Borbón y doña Letizia Ortiz, por dos razones fundamentales: una, por la distancia sentimental con que me coge todo esto; y otra, porque es tal el despliegue informativo y opinante en torno a la boda que uno pensaba que le iba a quedar poco o nada que añadir. Hoy es el gran día, para los novios, sus familiares y amigos y para toda esa mayoría de españoles que, abiertamente o en secreto, se van a beber las lágrimas ante el espectáculo. Yo no seré uno de ellos, aunque tampoco lo descarto, fundamentalmente porque ahora ando enredado en asuntos de bitácoras y páginas de Internet y, eso, quieran que no, me produce una satisfacción personal que dudo pueda proporcionarme el casamiento, por muy real que sea. Y menos aún, sin haber sido invitado.

Hoy toca hablar de las nupcias, en este caso por tres razones fundamentales: una, porque se trata de un asunto de Estado que ningún analista debe obviar; otra, porque ante la imposibilidad de regalar nada costoso, glamuroso, espectacular o estrafalario, no me parece mala opción la de este artículo, del que posiblemente la pareja no tenga conocimiento jamás (digamos, como bien expresó mi buen amigo Manolo González Mestisay en su día, que ellos nunca lo leyeron y que yo nunca lo escribí); y la última, porque para mi sorpresa, a pesar del maremágnum ninguna de las opiniones vertidas coinciden plenamente con la mía.

Esto probablemente haya que achacarlo a que, en realidad, no tengo opinión formada al respecto. Lo cual no quiere decir que el asunto me las traiga al pairo. Ni siquiera lo contrario. No puedo hablar desde el punto de vista republicano, porque sería como si un boxeador intentara marcarse una lección de fútbol; tampoco desde el monárquico, porque no es la mía ambición de cortesano; no opino desde la izquierda, porque allí se casan y mucho, y ahora se quieren casar más; ni tampoco desde la derecha, porque para eso están Aznar, Ussía o Ansón. No puedo tampoco hablar desde el pueblo, porque el pueblo ya habla por sí sólo, y quien se arrogue su portavocía está como para maniatarlo. Ni siquiera desde mi condición de periodista, porque ya me contará usted qué hace un periodista metido en asuntos de bodas. Para eso está ya el gremio del corazón, que no sale de una para meterse en otra.

Me queda, pues, sólo ese yo y mis circunstancias que precisara Ortega y Gasset. Y ese yo, como ya he dicho, está un tanto ausente del boato nupcial porque no representa una parte relevante de sus circunstancias. Con todo, debo expresar mi felicitación a la pareja y desearle el mejor de los futuros; es algo que, como el agua, no se le puede negar a nadie. Me caen bien, tanto la una como el otro, al igual que la práctica totalidad de la Familia Real. Felipe ha encontrado por fin ese referente en el que apoyarse y tras el que parapetarse de las habladurías. Y, o mucho me equivoco, o Letizia está llamada a convertirse en piedra angular de la política monárquica en el futuro inmediato. Desde luego, no parece que vaya a conformarse con un papel de Doña Sofía II, modosa y discreta. La Ortiz Rocasolano lleva sangre de periodista y no de una periodista cualquiera, sino la de una profesional inquieta y ambiciosa, digna representante de la mujer de nuestros días. Salvando las distancias (a favor de la española), es casi una Lady Di. Doña Leti tiene en sus manos la posibilidad de renovar y modernizar la imagen de la monarquía en este milenio, siempre y cuando logre evitar el desorden personal y ambiental que acabó con la de Gales. Don Juan Carlos deja el listón muy alto. Del éxito o el fracaso de la gestión institucional y popular de la nueva pareja dependerá probablemente la permanencia de ese modelo español de monarquía parlamentaria, tan ligado a nuestra democracia. Punto. Mi yo retoma sus circunstancias, y se vuelve a blogear.
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
sábado 22 de mayo de 2004

El tiempo, el implacable...

“Por muy lentamente que os parezca que pasan las horas, os parecerán cortas si pensáis que nunca más han de volver a pasar”
(Aldous Huxley)

Fotomatón laboral

Fotomatón laboral

El Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha dado la razón al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en su pugna por implantar el sistema de control laboral basado en el reconocimiento de la huella digital de los empleados. Fue un dispositivo promovido por José Manuel Soria en su etapa de alcalde y que contó desde un primer momento con el rechazo frontal del funcionariado. Ahora Pepa Luzardo sonríe e ironiza, que buena falta le hacía ya, ante una victoria judicial que permitirá, a su entender y al del TSJC, “un mejor servicio al ciudadano en términos de puntualidad, asistencia y permanencia”.

Los sistemas de control laboral a través de dispositivos electrónicos siempre me han parecido propios de ese mundo feliz que imaginó George Orwell en su día, me sugieren la deshumanización del trabajo y el automatismo de las conciencias. Primero pasamos de los seres a los nombres, de ahí a los números, luego a un código de programación y, finalmente, a la nada. Pero realmente nunca llegué a explicarme por qué los sindicatos municipales rechazaban precisamente el método del dedo infografiado, siendo como es, al igual que ese otro basado en la lectura de las pupilas, el más humano y personal de todos ellos. Ante la fría y despersonalizada tarjeta o a la firma en el registro de entrada, la calidez y el temperamento de esa leve extremidad en contacto con la célula fotográfica supone al menos un recuerdo de una humanidad perdida entre balances de gestión, productividades y rentas. Es una simbiosis hombre-máquina que nos introduce en el concepto de cyborg, el consenso entre el hombre y su creación, frente al de robot, en el que el ser humano desaparece definitivamente para dar paso al reinado del androide y el ordenador como nuevos señores del planeta.

Cierto es que el control dactilar dificulta la picaresca, el ficha tú que a mí me da la risa, por su condición digital de única e irrepetible. Pero ahí también radica su encanto, dentro de la maldad que supone, como ya hemos expresado, tal sometimiento de la humanidad a los mecanismos de la técnica. La banda magnética no podrá competir nunca con el pulgar, ni con el índice, el corazón, el anular o el meñique. Somos únicos, incluso para esto.

Ahora, si me dieran a elegir, yo optaría por un sistema aún más cálido de control, más amable, divertido e igualmente efectivo. Escogería, por ejemplo, el del fotomatón. Nuestro rostro es inconfundible, imposible de falsificar. Llegas al puesto de trabajo, te pones delante de la maquinita, ¡y flash!, tu foto en un segundo. La imagen iría directamente a la central de procesos para el dichoso control, y las mejores podrían ser expuestas en la cafetería o en recepción: Dolores, a las 08.00 horas (resacada que no veas); Mariano-08.15 (despeluzado); Juan-06.45 (tiene el reloj fatal); Yaiza-07.20 (expresivo corte de mangas); Laly y su multa por mal aparcamiento-08.30; Roberto y Mary-08.20 (nos invitan a una fiesta)... Se podrían hacer concursos de la foto del día, llevarse al niño y al marido, imprimir pósters para el despacho de la alcaldesa e incluso validarlas para el carné de conducir y/o de identidad. Seguro que el TSJC estaría igual de encantado. Miren al pajarito.

Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
viernes 21 de mayo de 2004

Y si no, mejor lo dejas

“Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es”
(Jean Paul Sartre)

Las culpas

Las culpas

No hay nada como una buena culpa ni mejor solución a un problema que un buen culpable. Es la panacea de la eficacia. Si estalla una bomba, si naufraga una patera, si se incrementa el paro, si no nos invitan a una cena... basta con señalar a un responsable, y a dormir con la conciencia tranquila y la satisfacción por el deber cumplido. Es como si detrás de la culpa se escondiese la redención, como un sucedáneo barato de esa máxima que estipula que en el origen del problema está el remedio. Da igual que en la falta sean muchos o pocos los factores determinantes, sean más o menos quienes la hayan propiciado e incluso sea el propio delator uno de sus principales causantes. Ante el fracaso, basta con hallar al culpable, y ya está.

En el mundo han sido siempre más las culpas y los culpables que los problemas y remedios. Responsabilizamos a los meteoritos de la desaparición de los dinosaurios, pero aún no hemos sido capaces de diseñar un mecanismo de protección contra ellos; la Inquisición veía en las brujas, científicos y magos la causa de todos los males, y los quemaron, encerraron y torturaron, pero los males continuaron pululando por la Tierra; Hitler imaginó en su delirio que las culpas de la miseria aria eran de los judíos y promovió su exterminio, la miseria aria no había hecho más que comenzar; a Mao le dio por los libros, el arte y la historia, quiso hacer de China una sociedad libre pero sin memoria, un árbol sin raíces, desde entonces la cultura y filosofías milenarias chinas se han convertido en uno de los principales referentes del mundo occidental; Estados Unidos creyó ver en Sadam Hussein al mismísimo Lucifer y no paró hasta derrocarlo, apresarlo y exhibirlo, pero el mundo continúa siendo un infierno; Bin Laden dirige sus imputaciones hacia Occidente como promotor de las desgracias del mundo árabe, sus crímenes han logrado que la desgracia se convierta en masacre y rencor...

Las culpas son también domésticas. Todos somos susceptibles de culpa y capaces de culpar. Por tanto, las posibilidades estadísticas de cargar con responsabilidades son tan infinitas que a uno le extraña que no le endilguen más de las que ya sustenta. La culpa del precio de la vivienda la tiene el Gobierno, pero no sé ni cuántos gobiernos han cambiado ya y aún seguimos con ésas. La culpa de mi mal humor la tiene la vecina, pero desde que se mudó mi mal rollo no ha hecho más que aumentar. La culpa del cáncer la tiene el tabaco, pero el número de fumadores decrece a ritmo acelerado y la detección de tumores se multiplica en la misma proporción...

La culpa suele ser gratis, y quizá por eso se encuentre tan extendida. Además, la reacción en positivo a la culpa es la disculpa, si se da, y ya sabemos que eso tampoco arregla nada. Es decir, que la inutilidad de la culpa es sólo comparable a su proliferación. Y viene todo esto a cuento por el espectáculo culpabilizador al que nos someten CC, PP y PSOE en relación al fenómeno de la inmigración ilegal y el naufragio de pateras. Cuando gobernaba el PP en Madrid, CC y PSOE lo culpaban, mientras el PP canario negaba, ahora gobierna el PSOE_y el PP lo acusa mientras CC calla. Siguen llegando barquillas y continúan las muertes y los naufragios. Para los inmigrantes la culpa sea probablemente de sus gobiernos, del hambre o de las guerras. Del mal tiempo, de los negreros, de las mareas...

¿Y el mea culpa qué? Pues debe de ser la cenicienta. La niña pobre y olvidada de la familia Culpera. Vale, al igual que la disculpa, tampoco decir asumo toda la responsabilidad arregla absolutamente nada. Pero no me discutirán que, cuanto menos, resulta un ejercicio de humildad, responsabilidad y cordura de agradecer entre tanta balacera.

Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
jueves 20 de mayo de 2004

Amelia y MCGR

Amelia y MCGR

Dos nuevos crímenes contra la mujer. Los escenarios, Barcelona y Cariñena (Zaragoza). La trama, la misma de siempre.
Lee la información en El Mundo, El Confidencial

¡¡¡Cuenta de Google Gmail en Blogger!!!

¡¡¡Cuenta de Google Gmail en Blogger!!!

Google ha comenzado a ofrecer cuentas de su supercorreo Gmail a los usuarios de Blogger (un servidor lo es), como un nuevo paso adelante en su proceso de pruebas del tan esperado sistema de emails. Si quieres ser uno de los primeros en probar su funcionamiento y beneficiarse de sus características, principalmente su enorme capacidad de almacenamiento (1.024 megas), abre una cuenta en Blogger, y luego busca en la página de inicio de tu cuenta (dashboard) el banner con el anuncio de Gmail. ¡Adelante!

Tan cerca, tan lejos

Tan cerca, tan lejos

Marruecos ha sido desde siempre para el canario el vecino invisible, nuestra frontera oceánica inmediata, un Estado limítrofe que despierta por igual atracción e inquietud, capaz de generar estrechas relaciones y distancias casi infranqueables. De ese exótico reino regido por la monarquía alauí nos separan, fundamentalmente, acervos históricos y culturales. Canarias ha vivido siempre de espaldas al continente africano y Marruecos no ha sido una excepción, a pesar del trasiego casi subliminal de personas, ideas y costumbres en ambas direcciones. Las relaciones entre el Archipiélago y el norte de Africa han estado siempre mediatizadas por las políticas ejercidas desde el Gobierno central y por la presunta ambición expansionista del país más pro occidental del Magreb. Al contrario de lo que ocurre con Sudamérica o con la propia Europa, el margen de acción de los canarios en sus relaciones bilaterales con Marruecos ha sido escaso, bien por la presión ejercida desde Madrid, bien por una percepción errónea de lo que podríamos denominar, relativizándolo en lo que concierne a una comunidad autónoma, la estrategia diplomática del Ejecutivo regional. Los resultados para Canarias han sido casi siempre catastróficos: pesca, tomate, pateras... quizá pronto lo sea el turismo también.

La manifiesta solidaridad del pueblo canario con la causa del Frente Polisario ha sido otro de los escollos en los que han varado los distintos intentos de reconducir las prácticamente inexistentes relaciones oficiales con la nación magrebí. A los canarios nos unía mucho más con la vieja colonia española y siempre se vio en un Sahara independiente el contrapeso ideal a los ya mentados supuestos afanes imperialistas, primero de Hassan II y ahora de Mohamed VI.

Sin embargo, el panorama ha cambiado de forma radical. Canarias lleva algunos años esforzándose en tender el puente que hasta entonces ni siquiera había considerado. Esa nueva estrategia comenzó a fraguarse en la anterior legislatura, con el viaje de Román Rodríguez el pasado año, y ha cristalizado ahora con la recepción oficial de Mohamed VI_a Adán Martín. El primero tuvo que hacer frente a la delicada situación generada tras la denominada crisis de Perejil, mientras que el actual presidente de Canarias llega avalado por la simpatía mutua que se profesan el PSOE_y el Gobierno marroquí.

¿Por qué este viraje en la tradicional actitud canaria hacia su vecino del Este? Una vez más, la respuesta la encontramos en factores de carácter económico. Dos, fundamentalmente: los empresarios canarios están hartos de ser el trasero en el que Marruecos golpea a España cada vez que se produce una crisis bilateral, con los considerables perjuicios para la renta insular que ya hemos relatado; y, por otro lado, la economía canaria precisa de una proyección hacia el continente africano que pasa necesariamente por el reino alauí. Es decir, el desarrollo económico del Archipiélago pasa indefectiblemente por Marruecos. O, al menos, eso, es lo que consideran Gobierno y amplios sectores de la patronal.

¿Debe Canarias renunciar a esas relaciones, hipotecar su futuro en base a la supuesta enemistad encubierta marroquí, a su pretendido afán expansionista, a su escaso desarrollo democrático, a las diferencias históricas y culturales que nos separan, al apoyo al Frente Polisario o a la estrategia permisiva con nuestra inmigración ilegal? El debate se presenta apasionante. Pero mi planteamiento es desde ya de no rotundo. La historia, que es tan testaruda, demuestra que ningunear o despreciar a Marruecos ha servido de bien poco. Canarias debe estrechar lazos con su vecino, no sólo por lo beneficios que dicen puede reportarnos, sino porque sólo desde el conocimiento, el entendimiento y el diálogo se puede ayudar a superar también todos esos males que tanto les achacamos.

Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
miércoles 19 de mayo de 2004

Acerca del diálogo (II)

“Si quieres ganar un adepto para tu causa, convéncelo primero de que eres su amigo sincero”
(Abraham Lincoln)

Rushdie, con la libertad de expresión

Me han parecido muy interesantes y oportunas unas declaraciones de Salman Rushdie acerca de la libertad de expresión. El autor, condenado a muerte por el régimen de los ayatolás por su obra Versos Satánicos, habla claramente y sin tapujos sobre la oleada de censura que oprime al mundo, en todos los bandos, sobre todo después del 11-S. Rushdie está a favor de la libertad de expresión, aunque ésta vaya en contra suya, algo que no suele ser norma común, incluso entre aquellos que se jactan de defenderla a toda costa. Normalmente, los partidos y organizaciones utilizan esta bandera como arma arrojadiza contra sus enemigos, pero luego se comportan como auténticos censores intolerantes cuando cosechan alguna crítica, por nimia que sea, o cuando alguna publicación no se corresponde con su línea ideológica. Ahí tenemos los casos de Todas putas, Me cago en Dios o las múltiples persecuciones (y querellas, el nuevo arma del opresor) que se producen en el ámbito del periodismo. Conozco incluso un grupúsculo liderado por un sujeto al servicio de determinado partido político y de intereses económicos más o menos inconfesables que hacen de la defensa de la libertad de expresión su estandarte particular, pero que, amén de pervertirla en su práctica diaria (la extorsión no es libertad de nada), vela exclusivamente por la renta y los manejos de esas manos que mecen su cuna. Estoy con Rushdie, libertad de expresión siempre y sin cortapisas. Aunque vaya en contra de nuestros intereses. El público será quién decida qué valor le da a lo que se le propone.
Puedes leer el artículo en El Confidencial

Parque Ediacárico

Revolución en el hasta ahora prácticamente inamomible calendario geológico de la Tierra. Los científicos acaban de catalogar otro período, el Ediacárico, que al parece corresponde con un espacio de tiempo de 50 millones de años. El nuevo período (es un decir) forma parte del Neoproterozoico y, según los expertos, que llevaban discutiendo sobre el tema unos 15 años, en él se formaron las primeras células vivas. Un paso más en el conocimiento de nuestro orígenes.
La información aparece en El Mundo

El gran juego de la vida

“La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño”
(Nietzsche)

Dale, Ramón

Dale, Ramón

Eurovisión es demasiado. Es el gran circo de la música europea, donde podemos encontrar desde reputados malabaristas de la armonía a esperpénticos payasos del show business, desde arriesgados trapecistas a taimados encantadores de serpientes. Muy poco en Eurovisión tiene que ver con el talento. No en sentido absoluto, desde luego, digamos mejor que el talento, que lo hay, está al servicio del espectáculo, y entonces se convierte más que en talento en talante, en capacidad buhonera para la fascinación momentánea, para el rapto emocional de una audiencia cachonda y estupefacta. Aquí te pillo y aquí te canto. Mañana ya se verá.
El prototipo de canción ganadora del festival es claro: música festiva, popera, con letra a noventa días, fresca, pegadiza, cantada en inglés e interpretada a) por chica adolescente de buen ver o b) conjunto o grupo dicharachero, cuanto más estrafalario, mejor. Lo demás está prácticamente abocado al fracaso, con las excepciones que todos conocemos, pero que no logran derivar un ápice el perfil de la estadística.
Otra consideración de relevancia en torno al certamen es la descarada influencia de los intereses políticos y del coleguismo regional. Consideración de la que siempre se había sospechado y especulado en tertulias, supermercados y cafés, pero que con la apertura a los países de la Europa de Este se ha visto confirmada y en grado extremo. País vota a país que a su vez le vota y vota a su vez al país de al lado sin cortarse un pelo al grito de “y a mis vecinos doce puans”. Toma ya carrera de solfeo. Factor éste del que las naciones occidentales comienzan a tomar buena nota –las tres máximas puntuaciones que obtuvo el canario Ramón del Castillo fueron de Francia, Portugal y Andorra–, algo que de poco les vale ya porque, quieran o no, han pasado a constituir la inmensa minoría.
Eurovisión viene a ser, pues, algo así como la OTAN del desmadre o la UE de la cursilería. Una feria, un circo o un mercado marginal en donde buscan consuelo los postergados en ese otro gran montaje que es la política. Ucrania, Macedonia o Letonia no pintan casi nada en la Comunidad Europea, pero ganar el festival compensa ampliamente su condición de Estado minimalista. En esto tiene mucho en común con la UEFA_y la Champions League: son atajos que toma el orgullo patrio para reivindicar a través del balón o del micrófono su existencia, vitalidad y presencia en el contexto internacional. Así el país se esté cayendo a cachos.
Ramón no debe sentirse, por tanto, herido, molesto ni fracasado. Eurovisión es un gran escaparate, pero no determina en absoluto ni la valía ni el futuro de sus participantes. De hecho, son muchos más los perdedores que han sedimentado una fructífera trayectoria musical que los ganadores: Julio Iglesias, Massimo Ranieri, Nicola di Bari, Mocedades, Olivia Newton-John, Albano, Silver Convention, Baccara, Braulio, Umberto Tozzi, Scott Fitzgerald, Domenico Modugno, Sergio Dalma, Nana Mouskouri, Raphael, Cliff Richard..., ¿pero quién se acuerda de Sèverine, Teach-In, Marie Myriam o Buck’s Fizz?, con perdón.
Ramón debe mirar al frente y centrarse en desarrollar esos valores que lo convierten en una de las principales promesas de la joven música española. Eurovisión es, como hemos visto, una prueba condicionada, sobre todo si se ve uno limitado por el empeño de TVE en exportar rumbitas, flamenco light, pseudosalsa y otras majaderías. Es lo mejor, junto a Tony Santos, Bustamante y Bisbal de la factoría de aspirantes a algo que es OT. Sólo de él depende que esto sea el fin de un sueño o el principio de una sólida carrera. Esfuerzo, constancia, dedicación, humildad... Por lo pronto, tiene nuestro apoyo y nuestra confianza. Al tajo, pues. Dale, Ramón, que sigues siendo un campeón.
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
martes 18 de mayo de 2004

Estatutos y residencias

Estatutos y residencias

Adán Martín ha puesto la cuarta y se ha lanzado hacia el desarrollo del algunos de los aspectos más emblemáticos y polémicos del programa nacionalista. La reforma del Estatuto de Autonomía y el desarrollo de una ley de residencia especial para Canarias. El debate, pues, está servido, como lo ha estado siempre que se han tocado, siquiera de pasada, ambas propuestas. Un debate en el que el principal opositor ha sido hasta la fecha el Partido Popular, socio de Coalición Canaria en esta legislatura, y de cuyo silencio oficial al respecto cabe suponer consentimiento. De hecho, y a pesar de lo rimbombante de sus epígrafes, el contenido de ambas iniciativas es, en el caso de la reforma estatutaria, bastante burocrático y moderado, circunscrito prácticamente a la transferencia de algunos aspectos clave de la Administración y muy distantes de los procesos de conformación nacional que promueven vascos y catalanes; y, en el capítulo de control de la residencia, notablemente difuso y desvertebrado.
Cierto es que algunas voces populares se han alzado ya contra la segunda de las propuestas, que consideran un error de bulto o directamente un disparate, contraria a la libre circulación de personas e imposible de llevar a la práctica. Pero lo cierto es que el presidente del Gobierno del que forman parte ha puesto rumbo hacia dichas metas sin que hasta el momento tengamos noticias de crisis en el Ejecutivo, de abandono del pacto o de moción de confianza. Es decir, que el partido de José Manuel Soria secunda en la práctica lo que rechaza en la teoría y en sus manifestaciones públicas. Algo similar a lo ocurrido con la policía autonómica.
La coyuntura juega también un papel decisivo en la iniciativa gubernamental. Por un lado, el proceso de reformas autonómicas avalado por José Luis Rodríguez Zapatero y en el que Canarias no quiere ejercer de convidado de piedra. Es algo que ya ha reconocido el propio Martín y que parece conveniente al interés general, siempre y cuando, eso sí, la reforma vaya dirigida a mejorar los mecanismos de la Administración regional y las expectativas sociales, culturales y económicas del conjunto de los canarios, y no sólo de la clase política o empresarial, como ha venido siendo la tónica en estos últimos veinticinco años.
En lo que a la llamada ley de residencia se refiere, todo parece indicar que se trata de un brindis al sol forzado por la delicada situación económica que atraviesan las Islas y de la que ya nos ocupamos aquí esta misma semana. Cortina de humo. Porque, a estas alturas, achacar a la presencia foránea todos los males de la economía local supone una actitud peligrosa y equivocada. Desde luego que algo falla y que el Archipiélago debe establecer algún mecanismo de control para evitar los desmanes que se producen en sus fronteras, pero esto no debe ocultar las verdaderas causas que nos han conducido a la grave situación por la que atravesamos. Han sido los nacidos en nuestra tierra quienes han administrado las ayudas europeas, quienes han inventado la RIC y no han velado por su cumplimiento, quienes han hecho de los planes de formación y empleo el desastre que son, quienes han dilapidado el erario público en gestiones cuanto menos disparatadas como Tindaya o espectacularmente deficitarias como ha ocurrido en Sanidad, quienes se enriquecen de forma especulativa o quienes prácticamente han acabado con nuestro patrimonio natural, por citar lo primero que se me viene a la cabeza. Y si han sido de fuera, ha sido en connivencia con los nuestros.
Así que desarrollo y control sí, pero sin populismo ni demagogia, haciendo gala de la responsabilidad y la sensatez que deben caracterizar a todo gobernante. No pretender señalar la paja que luce el ojo ajeno sin atender primero la viga que ciega el nuestro.
Artículo publicado en El Mundo/La Gaceta de Canarias
sábado 15 de mayo de 2004